Quevedo los defiende en "Un casado se ríe del adúltero que le paga el gozar con susto lo que a el le sobra", un titulo un poco largo para un soneto del Siglo de Oro:
Dícenme, don Gerónimo, que dices
que me pones cuernos con Ginesa;
yo digo que me pones casa y mesa
y, en la mesa, capones y perdices.
Yo hallo que me pones los tapices
cuando el calor con el otubre cesa;
por ti mi bolsa, no mi testa, pesa,
aunque con molde de oro me la rices.
Este argumento es fuerte y es agudo;
tú imaginas ponerme cuernos; de obra
yo, porque lo imaginas, te desnudo.
Más cuerno es el que paga que el que cobra;
ergo, aquel que me paga, es el cornudo,
lo que de mi mujer a mí me sobra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario