jueves, 27 de septiembre de 2007

Una de cornudos

Quevedo los defiende en "Un casado se ríe del adúltero que le paga el gozar con susto lo que a el le sobra", un titulo un poco largo para un soneto del Siglo de Oro:


Dícenme, don Gerónimo, que dices
que me pones cuernos con Ginesa;
yo digo que me pones casa y mesa
y, en la mesa, capones y perdices.

Yo hallo que me pones los tapices
cuando el calor con el otubre cesa;
por ti mi bolsa, no mi testa, pesa,
aunque con molde de oro me la rices.

Este argumento es fuerte y es agudo;
tú imaginas ponerme cuernos; de obra
yo, porque lo imaginas, te desnudo.

Más cuerno es el que paga que el que cobra;
ergo, aquel que me paga, es el cornudo,
lo que de mi mujer a mí me sobra.

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